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El Recuerdo


Recuerdo que iba caminando para el barrio de santa catalina, cerca de la pulpería de Kin, me adentré, en la segunda cuadra que va en bajada empecé a alistar las cosas, veía la acera, las casas de bien social ahora todas con rejas, di vuelta y seguí hasta el final, en esa esquina, en el fondo, donde se encontraba el club, no era socio pero el buen observador tiene pericia y había notado que de lunes a viernes el oficial de la entrada casi no permanecía en la misma, por lo que aprovechaba para entrar y anotarme en el registro de visitas con una identificación que había memorizado de un socio muy distinguido. Una vez adentro me iba directo al salón de regresiones, lo disfrutaba tanto!, ingresaba, me sentaba cómodamente en el sofá, me ponían los audífonos, los electrodos, el lugar a media luz, me relajaba y me dejaba ir poco a poco hasta llegar donde quería ese día, la vez anterior escogí aquella fiesta donde Rata, estaban casi todos, Gaby, la Macha, Kuqui, Luis, Alfred, Flaco, Aline, Timba y algunos del Bella, esa vez sí aproveche y me matice a Aline, me encantaba, ese estilo Europeo tan particular.

Esta vez decidí devolverme en la ocasión que estábamos en la casa de Gaby y logré corregir aquel error; eso es lo mejor de esta novedad y lo que más me gusta, que se puede manipular el pasado pero hasta cierto límite, sólo algunas cosas, hay otras irreversibles. Después de la sesión de ese día decidí hacer cómplices a mis amigos, les conté y por supuesto no me creyeron al principio pero pudo mas la curiosidad y me pidieron llevarlos para probar esa maravilla tecnológica, hasta dónde ha llegado el ser humano; fuimos el miércoles diez de Diciembre, no podía privar a mis amigos del alma de tan increíble alcance evolutivo, eso sí, les advertí que obviamente mantuvieran el secreto, ya que sólo unos pocos podían disfrutar de ese privilegio, como sabrán era para cierta clase de gente, un círculo reducido de personas que tenían el control sobre tal descubrimiento.

Todos iban escogiendo sus recuerdos, anhelando el momento, con ansias de ver y probar aquel aparato, no tardamos mucho en llegar, estando ahí les dije que esperaran para asomarme a ver si no había moros en la costa, pero no me hicieron caso como siempre y todos detrás de mí al voltear hacia la entrada nos topamos con tan mala suerte que estaba el oficial sentado en un pequeño escritorio con su uniforme blanco y negro, su macana, pistola y chuzo eléctrico en su cinturón, al vernos se levantó abruptamente y nos comenzó a interrogar: Buenas tardes!, son socios?, tienen identificación?, como se llaman?, nuestro silencio sepulcral y nuestras miradas de “que hacemos” lo hizo sospechar y nos increpó, sí no son socios no pueden entrar!, con las manos puestas en su macana y su pistola, con panza de sancho rebalzándole la faja, voy a llamar a mis compañeros si no se retiran, no nos quedo otra opción que retirarnos y pensar que hacer.

Nos reorganizamos, la astucia fue fundamental, todos dieron ideas, propuestas iban y otras se descartaban, salió el anarchy, lo mal amansados, ahora si se jodió ese viejo decía Gaby, por matón, entramos porque entramos replicó Hugo, y no falto el madrazo de Kuqui hacia el gordo; la siguiente imagen que tengo es de estar saltando una cerca y de ayudarle a Gaby a pasar, después ir corriendo y ver a Alfred pecho tierra esperando la señal de Luis para entrar en una bodega que conectaba con la cocina.

Después, al final de la tarde íbamos subiendo, caminando hacia el parque de las piedras, todos con una satisfacción que se reflejaba en cada rostro, en cada carcajada, en cada comentario de lo sucedido, esa satisfacción por la jornada realizada, una tranquilidad que se observaba en cada paso, como el cuerpo leve, ágil, cada uno y todos hablando entre sí, entusiasmados.
Lo repetimos varias veces hasta que todo cambió extremadamente.

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