
Esa noche trajo sorpresas, Julio se puso de acuerdo con sus amigos Ignacio y Francisco para ir a Escazu, había un bar que estaba de moda donde llegaban todos los amigos del barrio y conocidos, era el punto de reunión casi obligado en esa época, el ambiente espectacular y las mujeres más que preciosas. Tomaron un taxi, iban con el animo al tope, esperaban que fuera una buena noche, que lograran conocer una bella mujer para coronar la noche, pero solo uno de los tres lo conseguiría ese día, duraron aproximadamente diez minutos en llegar, el taxista les cobró trescientos colones, los viernes el lugar siempre estaba a reventar.
La noche transcurrió normal entre cervezas, tragos, conversaciones con amigos y amigas, risas, cortejos e intentos de conquista, el ruido de la música hacia hablar a gritos, para ir al baño había que ser paciente, la fila era lenta y larga y para pedir una cerveza en la barra peor, como pasada la media noche notaron que uno de los mas jóvenes del grupo no aparecía, tenían rato de no verlo adentro ni afuera del bar, se preguntaban donde estaría, Francisco dijo: seguro logró ligar a alguna muchacha y anda por ahí portándose mal, mejor dicho portándose bien diría yo, cerca del lugar había un parque donde acostumbraban ir las parejas a hacer cositas ricas, a quererse pero muchas veces se sobre querían, se dejaban llevar por el momento, era oscuro y escondido de la vía publica, era probable que anduviera ahí. Ignacio mientras tanto le preguntaba a los conocidos si lo habían visto, la preocupación no era mucha porque ya lo había hecho antes un par de veces, Julio fue a buscarlo a los baños y aprovechó para refrescarse la vista con las féminas hermosas que hacían fila para orinar, pero nada.
Ignacio se topó afuera a un conocido que venía caminando de otro bar que quedaba a los doscientos metros y le preguntó por Ricardo y le respondió: si claro mae lo acabo de ver hace como veinte minutos, iba caminando por la calle que va para pavas, pura vida le dijo Ignacio que inmediatamente se fue a comunicarle a sus amigos la noticia; entre todos organizaron grupos de búsqueda, se dividieron en tríos para ir a buscarlo a los lugares probables. Unos se fueron a hacer el recorrido de regreso a pavas pero con la minuciosidad de un investigador, buscaron en todo rincón oscuro, alcantarilla o charral. Otros recorrieron los bares de pavas, Julio, Francisco e Ignacio se devolvieron al barrio donde también vivía Ricardo, recorrerían varios parques de los alrededores, se comunicaban constantemente con los demás para estar al tanto de todo, pero Ricardo no aparecía, la preocupación iba en aumento y lo peor se empezaba a temer, Francisco propuso a su equipo comenzar por el parque de mas arriba que se llama Bellavista e ir bajando por los otros, La Favorita, La Lomita y Las Piedras, hasta llegar a la casa de Ricardo pero nada, no había buenos resultados.
Por último fueron a su casa, llamaron a su hermano para que abriera para no molestar ni despertar a sus padres, Francisco le preguntó por Ricardo y le respondió: si aquí esta, hace un rato llegó, venía muy ebrio y ya se acostó, esta durmiendo, ah bueno!, esta bien, le dijo Francisco, y le explicó lo sucedido mientras Ignacio y Julio que también escucharon todo le avisaban de la noticia a los demás para detener la búsqueda y que no se preocuparan mas; Francisco respiró aliviado de que estuviera bien pero a la vez por dentro muy enojado por la sandez que cometió su amigo; ya tranquilos decidieron quedarse por ahí cerca, ya era un poco tarde, más de las dos de la madrugada, el bar casi cerraba y no les alcanzaba para regresar a Escazu.
Julio les propuso a sus amigos que fueran a descansar un poco y a la vez comentar lo sucedido a una de las bancas del parque de las piedras, fueron, llegaron, se sentaron, el parque estaba totalmente oscuro, la única luz la daba la luna llena, magna, hermosa, blanca como alabastro, majestuosa, se veían las sombras de los árboles reflejadas perfectamente en el zacate ya un poco crecido, la sombra de ellos tres también se reflejaba, sus cabezas sobre la acera del parque y parte del pasto. Pasaron veinte minutos, Ignacio estaba sentado en el extremo derecho de la banca, Francisco en el extremo izquierdo, Julio permanecía en el centro, la banca era de cemento, pintada con graffitis de varios diseños y colores con consignas de denuncia social, el hablar de Ricardo los llevó a otro tema y a otro y a otro, así estuvieron platicando de situaciones parecidas a la de Ricardo, de los amigos, de la vida, del amor, de las mujeres, del azar y hasta de las estrellas y el universo; el ambiente estaba tranquilo, una brisa cálida recorría las ramas haciéndolas sonar, el cielo despejado, la luna llena como el sol iluminando la noche, regalaba una claridad platinada, de ensueño, Julio decía algo cuando Ignacio se levantó de un salto pegando un fuerte grito de espanto, en ese mismo instante Julio vio pasar un hombre detrás de la banca donde estaban sentados, vio su figura y su sombra reflejarse en la acera y parte del pasto junto con la de ellos, un segundo después Julio se volteó y detrás no había nadie, no hubo ningún ruido de pasos por el zacate y las hojas, volvió a ver a Francisco y ambos no se explicaban lo que estaba pasando, pegaron un gran brinco al igual que Ignacio, se quedaron petrificados del susto unos segundos eternos.
Vieron lo que yo vi!, exclamó Julio, yo no vi pero si lo sentí respondió Ignacio, de repente sentí un escalofrío horrible que me recorrió la espalda de arriba abajo, yo también lo vi dijo Francisco, era una sombra de un hombre que desapareció en dos segundos, apenas pasó la banca se esfumó, tuve una sensación tétrica, un momento de verdadero terror y espanto, fue algo se no se imaginaban vivir nunca, ninguno de los tres se lo podía explicar pero lo creían, lo vieron con sus propios ojos, fueron testigos protagonistas, estaban muy nerviosos, los tres pensaron lo mismo al mismo tiempo y salieron corriendo del parque como reos en fuga sin perder tiempo;
salieron, cruzaron la calle y se quedaron atónitos sentados en el caño contemplando la oscuridad del parque, ese hueco donde se encontraba la banca tratando de asimilar lo sucedido pero a la vez acompañándose mutuamente, tenían mucho miedo de irse a sus casas solos, Francisco e Ignacio vivían al otro lado del parque, tenían que atravesarlo, sentados aun en el caño cada minuto se volteaban a ver si no había algo o alguien detrás de ellos, eran las tres y treinta de la madrugada, pasaron diez minutos más antes de por fin despedirse.
Julio salió corriendo a pesar de la cercanía de su casa, Ignacio y Francisco decidieron rodear el parque, después de ahí se separaban sus caminos y ambos también corrieron parte del trayecto a sus hogares. Después de lo ocurrido ninguno de los tres cruzaba el parque solo, nunca se supo más de la sombra misteriosa y espectral, hasta que una noche cualquiera de Octubre una pareja en lo más profundo y oscuro del parque en lo mejor de su idilio pasional salieron gritando despavoridos con sus ropas a medio poner, lívidos como una hoja de papel por el susto.
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