Es inútil,
jamás encontrarías a este corazón de dinosaurio
porque has sido educada para el corazón de
otras especies,
animales domésticos,
cuyo pelambre con aroma de cedro y azucena
es más que necesario en estas épocas,
gallináceas de fastuosa cola,
plumaje verde con visos azules y dorados.
Un dinosaurio nunca ha sido ascendido en su trabajo
ni ha sido condecorado nunca,
ni siquiera ha protagonizado un film de amor.
Más bien resulta incómodo su abrazo,
ilegible su letra,
incomprensible su cuota de alcohol diaria.
Y lo que es más,
esta piel cuaternaria no comprendería nunca
las complicidades y pactos de hoy en día:
mente ágil,
disciplina,
popularum-progressio.
Yo bien sé que es inútil,
quizás en otros días
después del maremoto anunciado por los sabios ilustres,
antes del gran diluvio,
alguna vez,
quién sabe.
Pero ahora es inútil,
porque has sido educada para otros menesteres.
Nunca el insomnio
cabalgando en esta música de besos,
encuentros insolentes,
el deseo de pastar en los campos prohibidos
y la entrega total,
de cabo a rabo.
Ahora,
recoge con cuidado tus manecillas suaves y tus
labios ociosos,
tu cabello de seda y esa voz aflautada que entre sorbos
de té solía decir: “mañana es otro día”.
Ha de haber sido horrible
haberte visto envuelta de pronto en este embrollo.
Tamaño lío,
haberte enamorado por un instante de este corazón
de dinosaurio.
Además,
Nunca hubieras podido dormir con mis latidos
como de clavicordio y de tormenta.
Con estos ojos tristes quién hubiera podido,
mi pequeña.
J. Boccanera.
jamás encontrarías a este corazón de dinosaurio
porque has sido educada para el corazón de
otras especies,
animales domésticos,
cuyo pelambre con aroma de cedro y azucena
es más que necesario en estas épocas,
gallináceas de fastuosa cola,
plumaje verde con visos azules y dorados.
Un dinosaurio nunca ha sido ascendido en su trabajo
ni ha sido condecorado nunca,
ni siquiera ha protagonizado un film de amor.
Más bien resulta incómodo su abrazo,
ilegible su letra,
incomprensible su cuota de alcohol diaria.
Y lo que es más,
esta piel cuaternaria no comprendería nunca
las complicidades y pactos de hoy en día:
mente ágil,
disciplina,
popularum-progressio.
Yo bien sé que es inútil,
quizás en otros días
después del maremoto anunciado por los sabios ilustres,
antes del gran diluvio,
alguna vez,
quién sabe.
Pero ahora es inútil,
porque has sido educada para otros menesteres.
Nunca el insomnio
cabalgando en esta música de besos,
encuentros insolentes,
el deseo de pastar en los campos prohibidos
y la entrega total,
de cabo a rabo.
Ahora,
recoge con cuidado tus manecillas suaves y tus
labios ociosos,
tu cabello de seda y esa voz aflautada que entre sorbos
de té solía decir: “mañana es otro día”.
Ha de haber sido horrible
haberte visto envuelta de pronto en este embrollo.
Tamaño lío,
haberte enamorado por un instante de este corazón
de dinosaurio.
Además,
Nunca hubieras podido dormir con mis latidos
como de clavicordio y de tormenta.
Con estos ojos tristes quién hubiera podido,
mi pequeña.
J. Boccanera.
Comentarios