
Ella lo conoció a los diecisiete años, él a los veinticuatro, fue un viaje inolvidable, comienzos, furores, playa, besos, ardores, fogatas, fue inesperado para ambos, hubo conexión total, química perfecta, confianza plena, como si se conocieran de otras vidas, pero el destino es inexorable, pasaron los meses y el amor, cuando terminaron su noviazgo él supo que era el amor de su vida, nadie en el mundo lo había hecho tan feliz, para ella fue solo una relación mas, un ex novio que quiso mucho, pero lo decía por orgullo, en el fondo de su alma lo amaba, le terminó por ese temor de amarlo para siempre, no quería eso por el momento, era muy joven para un amor verdadero, ella sabía que él la amaba, se lo había dicho varias veces, por lo mismo decidió dejarlo antes de que fuera muy tarde.
Siguieron sus vidas, ella tuvo tres novios más y se casó, él tardó años en olvidarla y superarla, pero nunca la dejó de amar, tuvo varias relaciones erráticas, tormentosas, siempre inconscientemente la comparaba con las otras, no dejaba de soñarla, una mínima esperanza de regreso de anidaba en su alma, no podía explicarlo pero sentía que ella volvería algún día, talvez cuando ella lo admitiera a si misma y lo aceptara el destino los volvería a reunir.
Pasaron los años, el tiempo y sus distancias los terminó de separar, él se la encontró en varios lugares unas pocas veces, ella no lo vio, él decidió no saludarla, si se acercaba y la miraba a los ojos sería fatal, con verla de largo le bastaba, estaba hermosa, radiante, cada vez más bella. La vida continuó, el trabajo, los problemas cotidianos que fastidian a cualquiera, los días para descartar, los meses de soledad, los amigos y su importancia, las navidades vacías, los cumpleaños y sus celebraciones efímeras, la música que nunca para gracias a Dios, el devenir, el tránsito intransitable, todo lo nuevo que llega.
Él conoció a una holandesa que lo embelesó y se fue a vivir a Europa con ella, consiguió un trabajo modesto, vivían sin lujos pero cómodos, ella lo amó más que él a ella, logró que olvidara a aquella mujer pero él en el silente fondo de su ser tenia ese espacio especial en su corazón, era algo inevitable, luchó mucho contra ese sentimiento pero así es el amor de extraño. Ella se divorció, tenia veinte años de matrimonio, tuvo dos hijos, él tuvo sólo una hija y perdió a su compañera por una enfermedad terrible.
Pasaron quince años, él regresó a su país natal, ella de vez en cuando se recordaba de él, transcurría el año dos mil doce, año en que según el calendario maya era el fin del mundo, las señales se venían dando desde hace unos años atrás, guerras tenebrosas, hambre por tanto egoísmo, terremotos sin precedentes, huracanes, tsunamis mortales, estíos mas largos de lo normal con sequías extremas, el clima cambiaba, tormentas arrasadoras, nevadas como nunca antes, escasez de agua, violencia desenfrenada y en aumento. Fue un día de diciembre, él se encontraba solo, cansado, taciturno, escuchaba su música preferida en su mecedora gastada, ella seguía trabajando en lo mismo, era una señora bella, bien conservada, de pronto el cielo se empezó a oscurecer sin razón, un ambiente denso invadía las calles, las casas, los edificios, anegaba el aire, se podía respirar, a media tarde un retumbo como de veinte vagonetas acelerando alertó y asustó a toda la gente, e iba en aumento, provenía de las montañas.
Él se levantó y se asomó por la ventana, las montañas cada vez menos visibles, esa oscuridad misteriosa llenándolo todo, los vidrios comenzaban cimbrar fuertemente, lo presintió, se hincó iniciando una oración y encomendándose a Dios cuando sonó el teléfono de la casa, contestó y era ella, su voz era un tono mas grave pero la reconoció de inmediato, se sorprendió, su semblante cambió, siempre supo que en el final sucedería, se saludaron, rieron de emoción al unísono, resumieron sus vidas mientras el mundo caía a pedazos, ella quería decirle el motivo de su insospechada llamada después de tanto tiempo pero él no aguantó mas y le dijo todo lo que no pudo en cuarenta años, nunca dejé de pensarte, te extrañé sin medida, el tiempo no mató este amor por ti, siempre has estado en mi, te …….ella lo cayó, no queda mucho tiempo le dijo, quiero decirte algo, perdón, perdón por huir, por abandonarte, no sabes cuánto me he arrepentido estos años, no sabía lo que hacia, te amo, siempre te he amado, y fue un bálsamo que curó mucho en su alma, nunca te olvide, eres el amor de mi vida también, mi gran amor que deje ir, que no valoré en el momento por temor al amor, él lloraba pero de regocijo, tantos años de separación no eran nada a la par de esas palabras, valió la pena tanta espera y sufrimiento, tantas lágrimas y tiempo hecho deseo, no pidas perdón le dijo él entre sollozos de alegría, te perdone desde el momento en que me dejaste.
La oscuridad era apabullante, era como estar dentro de una mina de oro a cientos de metros de profundidad, el retumbo se convirtió en temblor constante, todo se movía, se caía, el caos era imperante afuera, las linternas eran la única luz salvadora, gente gritando sin parar, desesperados, otros imploraban por sus vidas llorando y viendo hacia el cielo, otros mas corrían como desquiciados tratando de encontrar una salida para salvarse, muchos huían en sus vehículos creyendo que lejos de ahí no pasaba nada, pero no lograban avanzar mucho, niños aferrados a sus madres llorando sin parar y sin entender lo que pasaba, un joven se embriagaba para no sentir la muerte.
Ahora puedo morir en paz se dijo él, tranquilo y amando, ella le pidió que fuera a su casa, quería verlo antes del fin, se aprendió la dirección de memoria y salió inmediatamente, ya no le importaba que se acabara el mundo, solo se preocupaba por llegar rápido donde ella, estaba impaciente, verla de nuevo, tenerla de frente, abrazarla, tomarle las manos, pensaba que le diría al mirarla después de tanto tiempo, logró evadir lo más posible el caos y la oscuridad, tocó el timbre, se abrió la puerta, se miraron fijamente sin decir una sola palabra, esos ojos que lo habían hechizado, se abrazaron fuertemente, profundo, ya no importaba el tiempo, ni el fin, solo ellos dos, se tomaron de la mano, se sentaron en un sofá de la sala, veían a través de una ventana grande al frente de ellos, hablaron y se besaron tratando de recuperar el tiempo perdido, a los veinte minutos todo acabó, el mundo desapareció, sólo oscuridad, amor y oscuridad.
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